El mundo del intérprete es fascinante, un nuevo desafío cada día que nos enfrentamos a un nuevo orador, a un nuevo tema, a un público diferente. Creo que pocas profesiones ofrecen la oportunidad de conocer tantos temas, generalmente los últimos avances, bien sea en tecnología, en investigación o en nuevas formas de abordar la vida. El intérprete independiente se especializa si lo desea en las áreas de su interés o en los temas de mayor demanda en su mercado, pero siempre con la mente abierta para aprender y asimilar información que le permita desempeñarse con profesionalismo.

Debe ser un estudioso e investigador innato, pues siempre debe llegar preparado para el tema específico del evento, sabiendo que en cualquier momento puede surgir lo inesperado y gracias a una sólida formación a lo largo de los años, estar en capacidad de sortear las dificultades. En una oportunidad, hablando con el Dr. Arturo Uslar Pietri que fue uno de los hombres más ilustrados y visionarios que tuve el privilegio de conocer, se refirió a mi profesión como intérprete diciendo que se necesitaba un “mar de conocimiento, de un centímetro de profundidad…” Cuánta verdad, pues efectivamente tenemos que tener el conocimiento suficiente para poder interpretar no solo palabras, sino conceptos que hagan sentido, pero es muy difícil dominar tantos temas como lo harían los especialistas. Así, conocemos por ejemplo la anatomía del corazón, nos aprendemos las palabras, pero no sabemos interpretar un electrocardiograma.

Por otra parte, las experiencias vividas cuando podíamos trabajar en forma presencial, conocer personajes extraordinarios, grandes científicos, los mejores en su campo, y tener el privilegio de ser su voz en otro idioma. Los viajes a sitios que tal vez nunca habríamos visitado si no hubiera sido porque esa era la sede de una gran conferencia internacional. Mi primer viaje internacional fue Panamá, para una conferencia de Neurocirugía para la que estudie meses pues estaba recién graduada de la Universidad del Rosario; tal vez por eso la medicina siempre ha sido una de mis fortalezas. Luego la industria petrolera donde aprendí de petróleo y de gabarras y torres de perforación y hasta trabajar en un catamarán en la costa del sur del lago de Maracaibo. Y de pronto se empezaron a abrir las puertas de los organismos internacionales y sus cumbres espectaculares en Kuala Lumpur o más cerca en Lima o en Medellín. Igual un día un desayuno de trabajo con el Presidente y su invitado del exterior, o una cena diplomática para traducir los discursos de fraternidad entre los pueblos. Y ahora la virtualidad que nos mantiene encerrados en nuestro estudio, pero conectados con el resto del mundo como si estuviéramos todos en la misma sala.

Sin duda haber elegido esta profesión ha sido para mi una bendición, me abrió las puertas del mundo, me ha permitido compartir con colegas generosos, siempre dispuestos a apoyar, a enseñar, a aprender.

Martha Flórez